sábado, agosto 13, 2005

Agora completo

La luna, la ciudad y tú, sin horas

La luna en tu rostro
La luna de tu rostro
qué
la blancura sonriendo en la noche oscura.

La ciudad
la ciudad sin ti,
un mito urbano susurrando
música en mis oídos.
La plaza
la calma
los árboles
la gente

Los colores y la tarde temprana
miradas muchas volando de rama a ojos
a ramas.
Miro, pasajero varado en la estacón
y es inevitable siempre
lates
en cada ciudad que sin ti
conozco.

La noche, el transcurso
de mis alientos hasta llegar
a la noche.
Y te digo, digo al aire más bien

pero
hoy
-y siempre al leer la palabra, al pronunciarla
el hoy es eterno-
he buscado la luna en un rostro
que no estaba

la encontré en cambio
semisonriente entre lasbrumas altas
de una ciudad
nueva, para mí.

La encontré después de mucho
café y comidas y alcohol
empapado sin algodón en mi garganta
después
de tanto y tanto
y me desconocí en los bares y cafetines
apoyada la frente en las manos
viendo
mi rostro, mi conocidísimo rostro mirándome
en el ahumado espejo
oculto por botellas y vasos y copas
al otro lado de lo sobrio.

Pasó mucho, creo. No importa. Ahí fue donde
la vi semihaciendo algo, ya sin

(¿me repito acaso?, debe ser la bruma, el calorcillo,
la corona de sol sobre mi cabeza, respirando veranos)

rostro, qué gusto buscaba, qué ciudad es esta
la que me pierde, la que te sutilea hasta papeles,
cartas olvidadas alguna vez acá, en otra fiesta de sinsentido,
olvidadas acá y recobradas por no sé quien
las cartas, los papeles.
Tú letra cambiante como aguacero
tempestuoso. Escribes, ahí has escrito
-veo ahora en el delirio-
que me amas, dices, que no puedes ver
vivir, imaginar tus días sin mí
y estamos tan lejos, tan lejos
yo en mañana para el ayer de esas hojas amarillentas


no sé
y es lo peor
tal vez. No saber.
No saber.

La luna. Nunca supe su verdadero nombre,
el de verdad, el reflejado en tu cara.
La ciudad siempre
me ha recorrido desde dentro, al margen del país que la contenga,
me recorre como jugando conmigo
como calambre, como la cada vez más creciente muerte. Y tú,
fuiste tú
alguna vez quien acunó mi sueño, pregúntome.

Es cierto. Es cierto lo que siempre supe.
Lo que imaginamos vive y pulsa de este
y del otro lado. Decido hoy, pues,
con ciudad desconocida y abrasándome
en lo hondo, colgando el blanco hueco de la noche
a medias sonrisas y entre nubes velada,
que es cierto,
que es cierto que
te he imaginado.

Apuro el trago.
Me espera la noche.

b.

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