martes, octubre 20, 2009

A Verkali

Llegamos como siempre que la aventura del auto lo permite.
Se detiene como tomando un respiro y ahí sabemos que la próxima salida es.
Esta era Verkali. Nunca escuchamos antes de este sitio.
Los cuatro y James miramos con curiosidad la salida en la carretera, la fila de eucalitpos nuevos.
Verkali resplandecía como dicen que se ven los techos blancos de Jerusalen, las casitas blancas en algunas islas griegas, el caballo de Napoleón.
Era temprano y las casas aún no se deshacían. Las familias sacaban las cosas del frío de la casa al sol que pronto levantaría su esfuerzo amarillo.
La guía donde leíamos rápidamente sobre Verkali (James, con su grave voz británica) nos preparaba apenas para una sorpresa.
Ahora termino de escribir aprisa antes de que estacionemos en medio de la plaza sin iglesias ni bancos ni cuarteles. En medio de fábricas de espejos de agua, de bloques de antártica, de sueños de osos blanquísimos y focas y pinguinos.
Ahora a observar.
b.

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