jueves, marzo 24, 2005

Closer: la peli

A manera de cuento: camino desde mi juventud, desde mi escape, desde mi optimismo importado y esta gran fortaleza que da el mundo. Te veo a lo lejos. Insoportablemente guapo. Sonrío todo el camino hasta la esquina. Notas mi mirada. Notaste mi mirada. Olvidé por un instante, mientras miraba tu cuerpo lánguido y tu hermoso rostro que en Londres se mira hacia la derecha cuando se cruzan las calles. No vi el taxista. Vi tus ojos al despertar. Y la historia siguió con el día que avanzaba a un ritmo lento lentísimo. En un recuerdo tuyo de infancia, vi nombres, vi nombres de héroes y heroínas sin aguja ni jeringa. Yo era muy joven entonces. 21. Mi cuerpo mentía mi edad. Tú no estabas sólo. Ya estabas ocupado, ya estabas disponible. Debí tomar eso como premonición. Y el tiempo pasó. Y en tu empleo oscuro, desde ahí, quisiste dar el salto. Escribiste sobre la vida que te conté. Escribiste todo sobre mí menos la verdad. Y la verdad siguió faltando desde que te conocí y de ahí en adelante. Tal vez fue por eso por lo que también te mentí. O mejor dicho, tal vez fue por eso por lo que no te dije toda la verdad.
Ya de 24, todo se complicó. Creíste que tenías a Dios tomado de la batola. Creíste tantas cosas. Flirteabas de acá para allá, de allá para acá. Yo seguía sirviendo mesas y soñando con un amor ideal y romántico.
Nuestra historia fue eso: el desarrollo de engaños paralelos, la búsqueda de una voz, la vivencia intensa de un lado oscuro. No eres para una sola mujer. Yo podría ser de un solo hombre. A quien decidiste amar en vez de a mí terminó sacrificando su tesoro para beneficiarte. Y su tesoro no era un tesoro. Tú que jodiste tanto, al final te han jodido.
Te dejó ella, por el otro. Tú que fungiste de Cupido por simplemente ser un truhán y un envidioso, dejaste que la pareja que armaste, imperfecta al fin, volviera a reunirse.
Hace falta carne y deseo también. Hace falta más.
Y llovió. Y lloraste. Y me buscaste. Y me encontraste. Y jugamos a los recuerdos y jugamos a ser más que una ficción.
Inventaste tu vida, pero usando la mía como fundamento de tu ficción. Inventaste tanto, pequeño creador sin talento, que te he llevado la imagen de las alas que creíste eran verdaderas.
Al final, pues siempre hay un final, ellos quedan juntos. Ella conforme, satisfecha, sin saber qué quiere. ¿O sí?
Yo, de regreso, dueña de mi vida y de mi futuro sin ti. Camino por las calles y paso tan desapercibida como un faro. Quédate en tu ciudad antigua, con tu llovizna eterna y el azul piscina de tus ojos. No tienes nada.
No tienes nada.
No tienes ni siquiera mi verdadero nombre.
Farewell my looser prince.

Aldo Iván Rodríguez © 2005 Todos los derechos reservados.

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